Déjame hablar
Déjame hablar. Sólo esta vez.
Déjame decir lo que he dicho ya un millar de veces sin llegar a oírlo.
Déjame sacarlo fuera, porque me quema.
Ardo en palabras. Como si la fiebre me consumiera.
Déjame acabar con esta larga procesión que tan pronto canta saetas, en tu nombre,
como redoblan mis latidos al son que dejan tus trompetas.
No es culpa tuya. Lamentablemente.
Déjame terminar con la sensación de que me hablas a mí.
De que me sonríes a mí,
de que yo soy el que te hace sonreír.
Déjame arañar la idea de que tus ojos buscan algo en los míos, detrás de las pupilas.
Y ya sé. Que ser romántico ya no se lleva.
Ni ser dulce, ni bueno, ni honesto.
Pero yo nunca he podido fingir ser quien no soy.
Ni ser el estratega que ataca por tus flancos desprotegidos.
No.
A mí me gusta que vengas de igual a igual.
A mí me gusta que veas lo que hay.
Que sepas lo que soy, para ser más aún, contigo.
Y hacernos felices.
Es muy bueno… sigue escribiendo, se te da muy bien. Es un placer leerte. Un abrazo